…Tocaba salir a caminar, mi maestro ya estaba dispuesto y me esperaba silencioso como siempre en el portón del templo, una vez estuve a su altura, concienciado para el sacrificio, pues, ¡horror! estaba lloviendo, rompí el silencio, como también es habitual en mí:
– hoy hace un día lluvioso maestro, hago todo lo posible para que cambie está realidad que no me gusta, pero, por más que lo intento no sale el sol…
Nunca espero que me responda inmediatamente, estoy acostumbrado a su aparente indiferencia, así, que iniciamos el descenso entre hierbas mojadas y rocas resbaladizas y precisamente, cuando estaba a punto de resbalar, mi maestro me agarró de la túnica, evitándome con ello la caída y me replicó mirando al horizonte que nos contemplaba lleno de nubarrones:
– No intentes secar las gotas que caen del cielo, sería absurdo.
Haz que la lluvia, sea una realidad mejor…
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