Aquellos pueblos donde la voz no importa. Aquellos pueblos… ¡donde la voz no importa! Los que fueran. Aquellos pueblos donde las aguas del canal transcurren mansas, como una guitarra recién dormida sobre el cieno de su lenta corriente. ¡Ay de aquellos pueblos! Son flores que se desgajan en la cara de los mártires. De tantos mártires sentados junto a los caños todavía frescos de la fuente. ¡Ayer murió Honorato! Así se duele uno de ellos, llevándose a la gorra el sudor de la campiña. ¡Ayer murió, y con él su voz! Nadie pregunta nada. Ni de qué ni cómo ni por qué. Se lo llevaron a punta de una breve hilera de vehículos, en su mayor parte envejecidos, detrás de aquel yate fúnebre. ¡Un barco de tierra que se perdía en el horizonte, con la voz de Honorato dentro encarcelada! El mártir sollozaba. Su hermano había sido marinero. Sí, marinero. ¡De…
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