Incluso si nuestro destino no está marcado
por un “Siempre jamás”: cuidaré de ti
con respeto, cariño y comprensión.
Honraré tu presencia en mi vida con acciones
y no con promesas fugaces.
Seré tu espada y tu escudo
cuando así lo requieras, escucha y silencio,
distancia y cercanía.
Habrá momentos difíciles y desacuerdos,
insomnio y aburrimiento, ¿para qué mentir?
Y aun así estoy dispuesto a enfrentarlos contigo:
mirando hacia adelante, aprendiendo de las caídas,
y olvidando para conservarnos
con el corazón agradecido y sonriente.
Hasta que la magia entre tú y yo se agote,
seamos nuestro propio presente cada día.